Los neurocientíficos han constatado que estamos biológicamente equipados para la empatía, para sentir lo que sienten los otros. Esto es así gracias a unas neuronas llamadas espejo. Dicen que su descubrimiento hará tanto por la psicología como hizo el ADN por la biología.
Bien es cierto que en muchas ocasiones no es más que una fórmula automática, pero resulta que eso de “te acompaño en el sentimiento” tiene un lugar en el cerebro y un fundamento científico. El mismo que explica la congoja que experimentamos al ver que Bergman y Bogart van a separarse para siempre al final de Casablanca, o el escalofrío que nos invade cuando al superhéroe Cruise le insertan brutalmente un chip a través de la nariz en la enésima entrega de Misión imposible. ¿No es cierto que basta que un niño comience a llorar para que haya un estallido casi general en la guardería? En definitiva, que los neurocientíficos han constatado que estamos biológicamente equipados para la empatía, para romper las barreras que nos separan de los otros y sentir como ellos. Y aún más, el cerebro humano tiene herramientas para leer las mentes ajenas y, en cierto modo, para predecir el futuro.