Claire Suanzes
Tengo una hermana que vive en Suiza, y hace unos diez años, cuando ella tenía 35, después de haber llevado mucho tiempo con hemorragias, le confirmaron en una revisión que tenía un mioma muy grande y que había que operarlo, teniendo que retirar seguramente el útero. Después del choque emocional, decidió buscar alternativas. Conoció a una profesora de yoga que impartía clases de yoga ginecológico.
Al aprenderlo, como los síntomas iban a mejor, dejó correr el tiempo. Estuvo practicando un año. En la siguiente revisión ginecológica, supuestamente para programar la operación, en la ecografía... no había nada, no se veía ningún mioma. Dejó de practicar el yoga y los miomas empezaron a crecer. Comprendió que para cambiar todo un programa y tendencia, se necesita tiempo y regularidad en la práctica. Mi hermana pudo guardar su útero, no tiene miomas. Su experiencia me impactó. Yo llevaba practicando yoga desde hacía años, pero nunca había oído hablar del yoga ginecológico.
Pasaron los años y yo misma empecé la menopausia. Después de una rotura de pierna en la que me anunciaron el mal estado de mis huesos, busqué aquel famoso yoga ginecológico. Lamentablemente, la única mujer que lo impartía era una anciana suiza, que ya no quería comprometerse con más clases. Encontré entonces a Dinah Rodrigues, que impartía yoga hormonal. Me fui a Alemania a aprender la técnica y a las pocas semanas de la práctica noté los beneficios: recuperé el sueño, se acabaron las fases de irritabilidad, mejoró la piel, perdí peso, etc. En la densitometría se vio que mis huesos estaban perfectos.